martes, 5 de septiembre de 2017

EL PRÍNCIPE DANILO VERSUS EL REY OGRO

Por Soledad Fernández.

     Consigna: Aventuras
Texto:
Todos saben que la debilidad de los ogros es la jalea real.
1- El príncipe
—Contame qué pasó anoche, Danilo —me dijo la Ogra Mayor.
  Yo soy el príncipe Danilo. Mi mami es la reina Sad. Anoche viví la aventura más grande de mi vida. Me dio mucho miedo, pero tenía que ser valiente. Siempre fui valiente.
  Ayer a la noche mamá me dijo: "Vamos, ya es hora mi bebé". Y yo le contesté como siempre "Príncipe Danilo, mami." Tenía mucho sueño pero me levanté igual porque mamá me había dicho que una noche íbamos a escapar.
—Sí. Vamos mi príncipe. Es hora de irnos de este castillo. —me contestó.
  Yo vivía con mamá en el gran Castillo del Norte. Estábamos prisioneros desde siempre, lejos de la familia real y de los amigos de mamá. El rey de ese castillo, el Ogro Angry, era quién nos mantenía prisioneros. Era muy gordo, muy feo, muy malo. Los dos le teníamos miedo, pero yo sabía que mamá era la que sufría más. Ella soportaba lo peor, por mí. Porque me protegía de las maldades del rey.
  Habíamos planeado durante mucho tiempo aquella huída. Yo estaba ansioso por irme, aunque me gustaba mucho mi castillo. Me gustaba merendar en el parque que estaba atrás porque era pacífico. En las tardes nos sentábamos debajo de un enorme árbol lleno de frutos maduros y ahí mamá me contaba historias de cuando ella era pequeña, mientras tomábamos té con galletas. Me contó que había sido la doncella más feliz y libre del universo. Hasta que conoció al Rey Ogro.  Mamá se ponía muy triste cuando me contaba de esas épocas. Y yo sufría también.
—¿Cómo se hace para escapar de un rey Ogro, mami? —le pregunté una vez.
—Bueno, todo el mundo sabe que los ogros son muy sensibles a la jalea real, mi príncipe. Ellos, cuando la saborean, se hinchan todo, les salen unos tubérculos enormes en la cara y en el cuerpo y hasta pueden explotar.
—¿Y por qué no lo usamos mami?
—Porque la jalea real es muy difícil de conseguir
  Era necesario encontrar la jalea. Yo estaba seguro de eso.
  Aquella noche, la del escape, todo fue muy raro. La reina estaba agitada ya al despertarme y yo me asusté. Porque el plan no estaba del todo diseñado. Faltaban detalles muy importantes como el carruaje que nos esperaría para llevarnos a otro reino. O las valijas que debíamos preparar para poder vestir acorde a nuestro linaje. Incluso el dragón que yo tenía de mascota aun no estaba entrenado para lanzar llamaradas en caso de ser necesario. O volar para salvarnos.
  Pero ella estaba segura de que ese era el momento. Ya habían pasado muchas noches de gritos y llantos. Ya no aguantaríamos más. Ella sabía que el ogro nos mataría pronto. Yo sabía eso también.
—Vamos hijo, apurate —recuerdo que me dijo y yo agarré mi oso de peluche y en pantuflas nos escabullimos en silencio.
  El ogro dormía, o eso me pareció al pasar por su torre. Hacía unos graznidos raros y mamá se asustó bastante. Por un momento se frenó y dudo. "Vamos", le susurré y ella retomó la huida. Bajamos las escaleras cuidando a cada paso no hacer ruido. Sin embargo rechinaba y el sonido parecía retumbar por todos lados. Escuchaba la respiración acelerada de mamá que me agarraba fuerte la mano. Eso me ponía nervioso porque demoraba todo.
  Finalmente llegamos al comedor. Solo se escuchaba el tic-tac del reloj. Caminamos entre mis juguetes tirados y cuando estábamos saliendo, sin querer pisé uno de ellos que sonó estrepitosamente. Nos frenamos en seco y escuchamos. Los tic-tacs parecían más lentos. Mi corazón latía y latía rápido, en mis oídos. Y entonces escuchamos un quejido. El ogro se había levantado y estaba bajando las escaleras. "No puede ser, tomó el agua", dijo mamá que le temblaban las manos, pero con esfuerzo pudo abrir las puertas del castillo. Y salimos.
   Estaba muy oscuro. No había luna y hacía bastante frío. Mamá corría y me arrastraba por el parque. No miraba atrás. El castillo que me había visto crecer se hacía cada vez más pequeño y yo sentí angustia de dejar ese tiempo atrás.
—Yo te cuido, mami.
Ella se frenó en seco y me observó. Algo en su mirada cambió de pronto. Me abrazó fuerte, muy fuerte.
—No mi príncipe, no necesito que me cuides. Ese es mi trabajo, cuidarte a vos para que seas feliz. No te preocupes vamos a estar bien.
  Me besó en la frente y avanzamos unos metros solo para encontrarnos rodeados por varios ogros que llevaban antorchas en sus manos.
—Deténgase, señora —gritó uno de ellos apuntando la antorcha a mamá mientras que otro preparó su arco y flecha para disparar.

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2. La triste reina Sad
—¿Por qué estaba huyendo, señora?
—Usted no entiende...
—No, no entiendo... a ver... recibimos una llamada desde su casa, pidiendo ayuda. Un hombre, un compañero de nuestra fuerza, llama pidiendo ayuda. Cuando llegamos lo encontramos ¡muerto! —el policía golpeó la mesa con violencia y Sad se sobresaltó.
—Yo...estaba vivo cuando me fui. Él quería...me quería... —Sad ahoga un llanto —Sólo le di su botella de agua con un somnífero. Todas las noches toma su botella de agua. La preparo y Danilo se la lleva. Él lo desea...deseaba así.
—¿Por qué estaba por huir, señora?
—Solo quería dormirlo...así podíamos irnos para siempre—. Sad estaba nerviosa y repetía a cada rato que sólo quería dormir a su esposo.
—¡Señora! ¿Por qué quería escapar?
  Entonces, Sad levantó su remera y el policía observó múltiples hematomas. Tenían diferentes colores y tamaños. Todos ubicados en zonas del cuerpo en las que la ropa cubría. El policía se agarró la cabeza y entendió enseguida que el marido la golpeaba a diario.
  El policía le sacó fotos de frente y de perfil, le tomó las huellas y escribió largo en su reporte. Luego la hizo esperar afuera, en un banco de madera duro y frío, a que le entregaran sus cosas y su hijo.
—¿Ya nos vamos mami?
  Sad observó a su hijo. Era un guerrero en ese momento. Se le notaba cansado, con su peluche sucio y la ropa hecha jirones. Los pies calzaban pantuflas llenas de barro. Era menudito, indefenso. Sad lo abrazó fuerte y lloró desconsolada.

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3. El heredero del reino
—Qué suerte que escapamos de ese país de ogros, ma.
—Hijo, era una comisaría...Vení, tengo que contarte algo. —Sad respiró hondo tomando coraje y habló —Papá se fue al cielo ¿sabés?
  Mamá me acarició la cabeza. Creo que ella esperaba alguna reacción mía. Un llanto quizás. Enojo, tal vez.
—Entonces ¿por qué nos quedamos acá? —le pregunté.
  Yo no quería estar ahí. Mis cosas estaban en el castillo, en mi castillo. Ahora nos quedábamos en un horrible establo. Había olores espantosos y no teníamos las comodidades apropiadas a la realeza.
—Esto es un motel, hijo. Por ahora nos vamos a quedar acá.
—Yo quiero que volvamos a nuestro castillo, mami.
—No podemos
—¿Por qué no? El ogro ya está muerto. Yo lo maté, mami. Yo te salvé, ahora tenemos que volver. Extraño a mi dragón y mi cama.
Mamá me miró horrorizada. Sus ojos tenían una mezcla de decepción y amargura. Y enojo. Habíamos pasado la mayor aventura de nuestras vidas, todo había salido bien y ella solo se agarraba la cintura y caminaba de un lado para el otro. Nerviosa, casi histérica.
—¿Cómo que lo mataste, hijo? —me preguntó sin mirarme.
—Príncipe Danilo, mami. Vos me dijiste que los ogros son sensibles a la jalea real. Yo encontré mucha en un estante y se la puse en su botella de agua. Esa que toma siempre.
—Pero no había jalea en casa, hijo.
—Usé algo parecido, mami. Un frasquito que tenía un cráneo de pirata y decía "Veneno. No manipular frente a niños". Yo soy grande y sé leer. Eso tenía que ser suficiente. Te salvé mamita, ahora volvamos al castillo, ¿sí? ¿Ahora soy yo el rey no? ¿Verdad mami? Como el ogro ya se murió, el rey soy yo ¿no? Contestame, mami. Contestame.
Todos saben que la debilidad de los ogros es la jalea real...aunque el veneno también puede funcionar.




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