martes, 16 de agosto de 2016

ZOPILOTES

Por Ángela Eastwood.

El pájaro en cuestión  escribía acodado en una mesa de madera, bajo un tupido entramado de vid que le procuraba una sombra fresca. Sobre la mesa había un vaso mugriento de tequila, una botella medio vacía y un cenicero rebosante de colillas. Una legión de moscas revoloteaba alrededor del cuello de la botella seducidas por el dulzor del alcohol. Arriba, sobre el cable del teléfono, una larga cohorte de zopilotes observaba impertérritos la escena, a la espera de caer sobre el tipo de la carta. No tenía mucha carne aquel sujeto, pero no era plato desdeñable en aquel pueblo perdido. Al fondo,  una muchacha vestida de azul pálido esperaba medio escondida tras las cortinas de la ventana dispuesta para ver el espectáculo que se avecinaba. Cualquier suceso anodino era bien recibido en aquel pueblo considerado como un lugar de paso, donde la gente paraba sólo a poner gasolina al carro,  aliviar el vientre o  llenar el estómago con un buen plato de judías pintas y un vaso de tequila.
—¡Eh, muchachos! Dadme sólo cinco minutos—rogó el tipo levantando las manos.
—¿Y para qué carajo los quieres? —preguntó uno de los hombres de negro.
—Estoy acabando de escribir una carta para la chica más bonita del mundo. Luego, cuando la termine, podéis cumplir vuestro encargo. Ya me queda muy poco. Os esperaba.
Los tipos no bajaron las armas pero, encogiéndose de hombros,  le concedieron el tiempo. Ahora el sol del mediodía daba de lleno en la mesa cochambrosa y olía mucho a uvas.
—¿Qué creéis que es más efectivo?: « me hubiera gustado follarte hasta vaciarme entero dentro de tu coño dulce» u «ojalá hubieras yacido conmigo sobre el heno perfumado de aquel establo escondido, allá por el Mississippi».
Los tipos de negro se miraron dubitativos. Uno de ellos se rascó la frente con la punta del cañón.
—Lo de la paja perfumada es más visual, más evocador. Aunque tal vez lo primero es más sincero, más visceral. Me refiero a lo de vaciarte entero dentro de su coño dulce. Es muy tierno. ¿Qué opináis, muchachos?
La comitiva iba a contestar cuando un perro se acercó retozón a oler el trasero de una perra y, sin importarle la concurrencia, la montó ávido. Los hombres miraron la escena, hipnotizados. Uno de ellos bajó un poco el arma para ocultar la erección.
—¿Habéis visto que polla tiene el muy pendejo? Roja y grande como una salchicha. Mirad cómo la embiste. ¡Este no necesita establos ni henos perfumados! ¡Vamos, dale, muchacho!
Los hombres jaleaban la escena sin perder de vista su objetivo. Arriba los zopilotes graznaron, impacientes. Se podía escuchar el rugir de sus estómagos. Cuando el hombre —indiferente a la cópula— firmó la misiva, se sirvió un trago de tequila y pidió vasos para el resto del grupo. La chica de azul salió con una bandeja llena de ellos.
—¿Quieres en serio que bebamos contigo?—dijo uno de los hombres, sonriendo irónico.
—¿Y por qué no? Sólo os pido dos cosas: una es que le entreguéis esta carta a mi chica. La otra es que cuando se la deis le contéis que caí con el cigarrillo pendiendo de la boca y que no cerré los ojos cuando llovió la metralla.
—Sin problema—dijo el tipo de la erección llevándose el vaso a la boca.



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