martes, 16 de agosto de 2016

Carta desde el frente

Por Paloma Celada Rodríguez.

Peña Citores, 9 febrero de 1938

Querida Manuela:
Escribo estas líneas sin la certeza de que podrás leerlas, y en el caso de que lleguen a tus manos, cuando las leas, no sé dónde estaré.
Primero quiero que me perdones la tardanza en contestar a tu última misiva. Sabes las dificultades que supone enviar cartas desde el lugar en el que me encuentro. Llegar hasta esta posición en la montaña es complicado, mis camaradas del Batallón Alpino suben cada dos semanas a traernos suministros, y de paso el correo recibido en Cercedilla. Los escasos alimentos apenas llegan para reponer las fuerzas que el frío y la desesperación nos quitan y las cartas son un breve alivio a la soledad que estas cumbres nos regalan.
En las gélidas noches de guardia me refugio en el recuerdo de tus abrazos, en la visión de tu sonrisa y en el sonido de tu cálida y cantarina voz. Rememoro los días junto a ti paseando a la orilla del río que riega los campos labrados por nuestros padres. Si cierro los ojos puedo hasta oler tu pelo trigueño, sentir la caricia de tus manos y tu aliento sobre mi cuello. Si no fuera por tu recuerdo hace tiempo que me habría vuelto loco en esta guerra absurda.
Ayer el sargento Echenique me oyó cuestionar nuestros avances y fui reprendido, me dijo que minaba la moral de mis compañeros con mis opiniones derrotistas. Anteriormente, “Petronio” fue arrestado por decir en voz alta lo que todos pensamos: esta guerra la vamos a perder. Así que he decidido callar, pero a ti no quiero mentirte. Sé que te causo dolor con mis palabras, pero no quiero irme de este mundo con una mentira entre tú y yo. Cada día que pasa la situación es más delicada, las pocas noticias que nos llegan del frente en Madrid no son halagüeñas. Esta guerra la vamos a perder y muchos nos quedaremos en el camino.
Hace dos días los nacionales atacaron desde La Granja y nos cayó metralla a mansalva. Nuestra única ametralladora no fue capaz de repeler el ataque, nuestros deteriorados fusiles apenas tenían alcance y esos desgraciados se fueron de rositas. En cambio, nosotros perdimos a cuatro de los nuestros: el “Ruso”, el “Bocas” y el “Gato” murieron reventados por una granada. Peor suerte tuvo el “Pelos”, una bala le atravesó las tripas y estuvo toda la noche gritando mientras la vida y las entrañas se le salían por el agujero. Su larga agonía nos hirió más que los disparos del enemigo, y yo volví a refugiarme en tu recuerdo.
Eres mi salvavidas, Manuela. La remota posibilidad de volver a verte es lo único que me impide volarme la cabeza con mi pistola. Pensar que volveré a besarte algún día es una quimera, pero soñar es la única escapatoria a esta locura, a este sufrimiento, a esta angustia. Tú eres la única razón de que siga vivo. A veces, creo que estás conmigo en la trinchera y que tu sonrisa repele las balas que vienen hacia mí. Una vez se lo comenté al “Pelos” y se estuvo riendo de mí toda la tarde, pero él no tiene –no tenía– ninguna novia esperándole en casa y no entiende –no entendía– lo que es estar enamorado. No sabe –no sabía– lo que es amar y le compadezco –le compadecía– por ello. Porque amarte es lo único bueno que me ha pasado, amarte es lo único que ahora mismo tengo, y con tu amor me iré agradecido a la oscuridad, a la nada, al olvido de la muerte si esta viene a buscarme.
Perdóname por hablar de muerte, sé que no te gusta que la miente. Siempre me dices en tus cartas que si pienso en ella atraigo el mal fario, que da mala suerte. Pero sé que no saldré vivo de aquí. Sé que, si alguna vez vuelvo a verte, no será en esta vida. Me gustaría creer en el Más Allá como los meapilas de los requetés, solamente por saber que allí estaría junto a ti.
Tengo que despedirme, el capitán nos ha ordenado bajar a Rascafría, esta posición está perdida y quiere que nos repleguemos. Algunos dicen que se está preparando un ataque enemigo con aviones italianos y alemanes y que ese pueblecito es el objetivo. Me parece que huimos del fuego para caer en las brasas. Al menos, si una bomba me revienta, será lejos de estas solitarias cumbres nevadas y de este paisaje desoladoramente blanco.
Quizás, cuando recibas esta carta, el corazón de quien esto escribe ya no esté latiendo, pero ten la certeza de que el último latido lo dio pensando en ti.
Tuyo para siempre:
Adrián.



2 comentarios:

  1. Una misiva absolutamente conmovedora y un premio muy merecido. Te hace reflexionar en lo absurdo de todas las guerras, en lo terrible de la muerte a manos de un igual, otro ser humano, en lo absurdo de las balas que surcan el espacio para asesinar por un ideal. Y todo ello con el amor como telón de fondo, como única forma de salvación ante semejante locura.

    Un texto muy bueno, me ha gustado mucho y creo que valdría para cualquier soldado en cualquier contienda :(

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    1. Gracias, Julia
      Sabes que valoro mucho tu opinión
      Un beso grande

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