Seudónimo: Berenice.
Autora: Ángela Eastwood.
Tú lo sabes,
vieja, estabas allí cuando llegué descalza
y bañada de luna. Viste resbalar mis prendas y cómo acariciaban estas, en su
descenso, mis pechos de mandarina y la cintura frágil. Seguiste con la mirada mis
pasos dubitativos, mientras ocultaba con las manos las vergüenzas de mi cuerpo.
Eres su esposa, dijiste, ofrécele tu
coño tierno y él te llevará al cielo con su lengua certera. Si sabe dibujar círculos
con ella no tendrás miedo a lo que vendrá después. Me viste meterme en la cama
y acariciar aquella verga mustia con mi manita inexperta. Céntrate sobre todo en
la polla, dijiste, y acaricia también esa bolsa sementera donde guarda los
hijos que te dará. Y lamí aquel pellejo
desmayado hasta que despertó del letargo.
Seguí lamiendo después, cuando ya toda la sangre de su cuerpo se
concentró allí. Tú viste su mirada enloquecida y oíste cuando ordenó: date
la vuelta. Viste cómo me agarró del pelo y me clavó por el culo aquel muerto
revivido con saliva mía. Lo viste hincándome los dientes en el cuello, sujetándome,
como se hace con las perras durante el
apareo. Tú estabas cuando, muerto de placer, mi marido susurró: Fernando, mi amor.
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