sábado, 31 de octubre de 2015

8º Especial de Sábados de Brutos Escritores


De vuelta.
Por María Galerna.

El bosque está callado, sombrío. Los árboles cobijan a los dueños de los ojos que me vigilan, docenas, cientos de miradas malévolas que no se apartan de mi un segundo y siento que me traspasan.
Camino entre la niebla, perdido, el miedo me atrapa y por un instante me quedo inmóvil…algo más grande, más maligno, me observa, lo noto.
De repente todo queda en silencio, ningún habitante de la espesura se atreve ni siquiera a respirar,algunos huyen despavoridos.
La bestia se acerca, la huelo, siento sus gemidos en mi interior y mientras la luna llena lanza uno de sus rayos, comienza la transformación.
El lobo ha vuelto


Hambre
Por Carlos Ultraman.

¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? Mi cabeza… Mi cabeza pesa como si fuese más grande. Y el cuerpo, ¿qué pasa con mi cuerpo? ¿Qué es este malestar que siento? Este aturdimiento, este cansancio.
Ah, Dios, pero nada supera al hambre. Estoy desesperado por comer algo.
Comida. Allá adelante, detrás de aquella línea de árboles hay comida. ¡Lo sé! Tengo que ir a buscarla. Sí. Sí. Ya estoy cerca. Ya casi puedo saborearla.
Gente. Una familia, quizás haciendo camping. Parrilla con asado. Mesa con sándwiches y tortas. Frutas. Dulces. Salchichas. Ensaladas…
No, no. Esto me repugna. No. Quiero otra cosa. Mi cuerpo pide otra cosa.
Ese nene.
Despacio, despacio. Seguí jugando con tu camioncito, querido. Despacio. ¡Por favor! ¡Qué hambre tengo! Ya casi lo alcanzo. Sólo necesito estirar mi brazo y… ¿y esa mordida? ¿Quién me la hizo? ¿Fue en el bosque?
Bah, que importa.
El nene ya es mío.


Por culpa de un aguará guazú
Por Juan Esteban Bassagaisteguy.

Todos los que jugábamos en la canchita salimos disparados cuando vimos acercarse al aguará guazú desde el monte vecino.
Pero Valentín no fue tan rápido.
La fiera saltó sobre él y le clavó los dientes en la mitad de la espalda. Su padre, el entrenador del equipo de baby fútbol, logró espantársela pegándole con una rama de quebracho.
Valentín se salvó. Pero nunca lo volvimos a ver, ni a él ni a su familia. Se decía que se habían mudado a Empedrado, acá cerquita, nomás.
De todo eso hace más de treinta años.
Hoy lo tengo frente a mí, con la luna llena como su principal aliada. Valentín, mi amigo de la infancia y séptimo hijo varón de don Dante Palotta. El lobizón que asola a toda la región.
No lo duda un instante: famélico, se lanza directo a mi yugular.
Y la bala de plata le atraviesa el corazón.


Una mano entre la niebla
Por Gean Rossi.

¿Hasta cuándo seguiría caminando? Sus piernas temblaban y su sedienta boca pedía a gritos una gota de líquido. Empezaba a anochecer, mientras la neblina se hacía más densa dificultando su visión. Todo había sido culpa de aquel pendejo perro callejero, ¿por qué lo había seguido? Quería ayudarlo y terminó perdido en el bosque luego de que el can desapareciera entre los árboles. Aún era bastante claro cuando eso ocurrió… ¿Cuántas horas habían pasado ya desde que intentó seguir su camino de vuelta sin resultado alguno? Todo adonde mirara era igual, no recordaba tan inmenso aquel seco bosque otoñal.
Se cruzó con una figura, un hombre en traje negro. ¡Sería su salvación!
—Disculpe, ¿sabe cómo salgo de aquí? —llamó el chico en la lejanía mientras se acercaba al hombre.
—Donde termina la niebla, termina el camino —aseguró sonriendo.
—¿Me puede ayudar?
—Claro, toma mi mano. Te llevaré adonde termina todo.
Accedió.


Desaparecer
Por Juan Carlos Santillán.

–¡Ya no te quiero ver!–gritó él. Y no volvió a verla.
Ella salió corriendo más rápido de lo que él se arrepintió. Veloz como una mala decisión.
Él corrió detrás de ella siglos después, cuando ya ella se había internado del todo en el bosque, en la noche, en la niebla.
Él la buscó, llamándola a gritos, hasta que él mismo se fue difuminando, se fue borrando.
Y hasta el último instante antes de desaparecer para siempre, él la siguió llamando:
–¡Ven, hija, vuelve, mi niña!

[Sin título]
Por Calista Manríquez.

Si su sombra es todo lo que queda ¿De qué sirve seguir caminando?
Miles y cientos de arboles lo rodea y su vaporosa cabeza voltea de un lado a otro buscando el camino que lo lleve hasta la casa de la que fuera su amor.
¿Cuánto tiempo llevaba caminando? Los días y las horas no tenían sentido cuando solo eres el terco recuerdo de una antigua vida, una muy antigua de la que solo mantiene la idea de llegar a su hogar.
Una vuelta, un giro a la izquierda o a la derecha, ya no le importa, lo que importa es salir y mira… un árbol con el que no se había cruzado antes en todo el tiempo caminando ¿O será flotando?
Ella está ahí, dejando flores bajo un árbol. Esta vieja y triste pero igual de hermosa. Vaya, aun lo recuerda. Quizá no debió colgarse.
Si, fue un idiota.


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