sábado, 21 de diciembre de 2013

5º Especial de Sábados de Brutos Escritores


El karting a pedal y la bicicleta de carrera
Por Juan Esteban Bassagaisteguy.

Treinta navidades sufrí mirando cómo el gordo seboso surcaba el cielo de mi ciudad dejando caer sus paquetes en las chimeneas de cada hogar; y cómo volaba por encima del mío sin regalarme nada.
Hoy también el muy boludo sonreía, jocoso, con su clásico «¡Jo, jo, jo!».
Y nunca se dio cuenta del balazo que le perforó el cerebro.
Ahora todos los regalos son míos y solo me queda abrirlos para encontrar el karting a pedal que me debe hace tres décadas.
Aunque lamento mucho que el trineo haya impactado contra el techo… Pero, bueno, tengo carne de reno como para alimentarme gratis un par de meses, je. Y algunos días por delante para disimular el suceso y cubrir el agujero en el cielorraso.
Porque es el turno de los otros tres hijos de puta y sus camellos: nunca se acordaron de mí cuando les pedí la bicicleta de carrera.

Santa Clauss, el Judío errante
Por Gabriel Herbas.

Al final resulto que los mayas no se equivocaron, sólo se erraron por dos años.
Cuando al fin, el mundo llegó a su fin el 21 de diciembre de 2014 nadie se entero.

Tres días después un hombre salió a hacer su trabajo como todos los años, montó su trineo y se paseó por sobre las casas del mundo, llevaba consigo una bolsa mágica llena de regalos y alegría pero apenas unos minutos después de su salida sólo sentía preocupación. No veía luces encendidas, no escuchaba las alegres melodías navideñas.

Al sentir su preocupación los renos empezaron a tambalearse, primero sólo un poco y después como si sufrieran de narcolepsia. Cuando iban cayendo hacia una casa solitaria de Colorado supo lo que sucedía. El mundo había llegado a su fin, al fin el mundo había desechado a los seres humanos. Se estrello sobre el techo de la casa y los renos con su magia perdida salieron disparados en todas direcciones, el trineo y los regalos cayeron al suelo. El permaneció en el techo de la casa del bombillo rojo lamentándose y preguntándose ¿Qué hacer?, él era el judío errante, él era el hombre inmortal que para hacer más interesante su vida había decidido repartir regalos cada año, pero ahora sin personas a las cuales darle nada ¿Qué sentido tenía su vida? Tendría que aprender a vivir en soledad, él era inmortal, no podía suicidarse.

[Sin título]
Por Robe Ferrer.

Y en ese momento el hombre que vestía de rojo pensó: ¿Por qué me habré ido bebiendo todas las copas de anís que me dejaban en cada casa?. ¿Por qué le daría un sorbito a cada reno? ¿Y por qué coño le robaría el trineo a Papa Noel cuando entró en mi casa?


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