sábado, 12 de enero de 2013

Inmortal


Por Angie Leal Rodriguez.




1

Y ahí estaba él, taciturno, expectante, dispuesto a atacar en cualquier momento, solo bastaba un pequeño descuido de Bardust para que se decidiera… podía sentir la sangre caliente correr por sus venas, escuchaba su recorrido, examinaba su andar, planificaba su ataque, medía cada uno de sus movimientos y en su pequeño cerebro los desarmaba cual piezas de un rompecabezas incompleto…

2

Bardust avanzaba con rapidez, andaba de un lado para otro de la espaciosa habitación, parecía que no lograba encontrar lo que buscaba, el motivo por el que se había atrevido a pisar esa misteriosa mansión, unos decían que era un hombre muy valiente, otros que solo un tonto sería capaz de poner un pie dentro de tan terrorífica edificación… en fin.  Como quiera que haya sido el tipo estaba ahí y no podía irse sin tener en sus manos el stituordeschumpoix, ese artefacto que  siglos atrás había sido propiedad de una de las sociedades secretas más poderosas y aterradoras del planeta y que era la pieza más buscada de la historia. Años de investigación lo habían llevado a ese lugar, había dedicado su vida entera a su búsqueda y ahora que tenía un indicio claro y no meras suposiciones como en cuatro ocasiones anteriores, no desaprovecharía la oportunidad. 

La leyenda contada a través de generaciones decía que el stituordeschumpoix le daría a su poseedor todo el poder que deseara y Bardust coqueteaba con esa idea desde aquella noche en que escuchó por primera vez la historia en voz de su padre; habían pasado muchos años pues en aquella época era un delgaducho niño lívido y miedoso, y su padre hoy hace varias primaveras que habita en uno de los círculos del infierno…

3

El animal seguía observando los movimientos de su presa mientras permanecía petrificado encima de la cajonera antigua, quien lo viera habría pensado que era un artículo decorativo más de la habitación. El hombre buscaba en todas partes, bajo la cama, en el ropero, en los cajones, detrás de los cuadros, en el cuarto de baño, o en algún pasaje oculto en las paredes pero su búsqueda parecía infructuosa y empezaba a perder la cordura.  Se le notaba ansioso, desesperado, incluso unas líneas de sudor corrían por sus sienes, maldijo en voz alta en una lengua ininteligible y siguió buscando.

Su negro pelaje contenía el calor que emanaba de su pequeño cuerpo, el amarillo de sus ojos le daba un aire misterioso y demoníaco, parecía que sonreía… sus sentidos se pusieron aún más alerta al darse cuenta de que Bardust había encontrado la pieza, la sonrisa del tipo fue como una daga clavada en su pequeño órgano cardíaco, no  había tiempo que perder, debía actuar ya, antes de que fuera demasiado tarde.

El hombre dio un salto de alegría al ver frente a él lo que le había dado sentido a su vida, estaba a punto de tomarlo cuando escuchó un maullido que parecía provenir del averno.

4

Se puso de pie, giró su cabeza y se encontró con el oscuro animal, el gato dio un salto y cayó sobre la cama, no paraba de maullar. Bardust intentó salir de la habitación sin darle importancia al gato pero no pudo hacerlo. En un abrir y cerrar de ojos lo tenía prendido de su costoso saco italiano hecho a la medida, movió el brazo en un intento fallido para que se cayera pero el minino seguía pegado a él y avanzaba por su espalda hasta llegar al cuello.  Sintió sus afiladas garras hundiéndose en su piel, luego sus mordidas  en su barbilla, en el cuello y en las orejas, por más que luchaba no podía quitárselo de encima, se sentía desesperado y tonto, no permitiría que un insignificante animalejo pudiera más que él.  El gato que parecía haberse escapado del infierno disfrutaba estar ganando la batalla, veía la sangre de su víctima correr desde la parte superior de su cuerpo hasta los pies, primero fueron unas gotas, ahora ya eran gruesos hilos rojos los que surcaban el atuendo azul desde el otrora blanco cuello hasta la alfombra gris. 

Bardust se estaba debilitando, las piernas no le respondían y trastabillaba mientras el animal se había convertido en una lapa pegada a él, parecía imposible librarse de ese engendro del demonio, esto no podía estar pasándole a él, era algo demasiado tonto, no podía ser que las historias que se contaban en torno a esa mansión fuera reales.

5

La gente decía que ese lugar estaba habitado por un gato poseído por espíritus que se apoderaron de él hacía más de doscientos años, que parecía inofensivo y que realmente era una criatura inmortal que había obtenido tal condición al haber sido mascota de una familia dedicada a la magia negra y a las artes oscuras; se decía también que en esa antigua mansión se realizaban reuniones anuales de todos los miembros de las sociedades secretas más poderosas del mundo y que ahí mismo se llevaban a cabo rituales oscuros con el único fin de dañar a ciertos grupos de la población y, en una ocasión, hicieron un rito a través del cual le transmitieron al gato todos los poderes que sus amos y los demás miembros poseían para que, cuando todos fallecieran, él fuera quien continuara con su labor.

Pero al parecer algo salió mal y al haberle transferido al animal cuanto conocimiento y malévola intención albergaban el felino se volteó contra ellos y los aniquiló uno a uno, nada pudieron hacer en su contra pues era más poderoso que cualquiera, y haberle dado tal poder fue la peor decisión. Decían los moradores que el animal se alimentó de ellos hasta que solo quedaron los huesos y después ya no necesitó alimento alguno; dicen también que aún pueden escucharse los lamentos, llantos, cánticos desgarradores y llamadas de auxilio de las personas que asistieron a esa sesión.

6

El gato lo atacó en el rostro, podía ver sus ojos amarillos clavados en los suyos, sentía la sangre caliente corriendo por su cuerpo y en la alfombra había un charco, de su mente se había escapado la idea de llevarse el stituordeschumpoix, ahora lo único importante era salir con vida de ese lugar, ya habría otra oportunidad para regresar por él.

En vano fueron sus intentos; en un segundo el gato clavó sus desproporcionados colmillos en el ojo izquierdo del lívido hombre, lanzó un desgarrador grito de dolor. Estaba tirado en el piso, abandonado a la voluntad del animal, a punto del desmayo cuando sintió los colmillos del gato en su otro ojo, ya no había más que hacer, la sangre salía de su cuerpo a borbotones y era raro que su corazón no hubiera dejado de latir aún.

De repente lanzó su último aliento y terminó ahí tirado, ensangrentado, vencido… 

FIN

1 comentario:

  1. Muy buenas descripciones de la locación donde transcurre la trama, y de la violencia que imprime el animal sobre el intruso.
    ¡Saludos, Angie!

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