lunes, 24 de diciembre de 2012

María Belén


Los Peces en el Río

Pero mira cómo beben los peces en el río

Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido

Beben y beben y vuelven a beber

Los peces en el río por ver a Dios nacer.

La Virgen está lavando

Y tendiendo en el romero

Los pajaritos cantando

Y el romero floreciendo.

Pero mira cómo beben los peces en el río

Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido

Beben y beben y vuelven a beber

Los peces en el río por ver a Dios Nacer.

La Virgen se está peinando

Entre cortina y cortina

Los cabellos son de oro

Y el peine de plata fina.

Pero mira cómo beben los peces en el río

Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido

Beben y Beben y vuelven a Beber

Los peces en el río por ver a Dios nacer

Por Nati Lou.



María Belén nació en el año 2000. Era, hasta los sucesos que me motivan a escribir estas memorias, una nena hermosa y normal.

Normal, por supuesto, dentro de lo que se podía esperar, porque tengo que admitir que la conocí en circunstancias bastante excepcionales, junto a José, mi marido, que aun tardaría dos años en partir. Recuerdo que vestíamos de blanco, y que caminábamos de la mano por la orilla de algún lago en Bariloche. Era el último día del año 2000, y, aun hoy, pienso que el que María Belén estuviera allí no era casual. Nos esperaba a nosotros, la familia sin hijos, durmiendo en una canastita de mimbre a orillas de ese lago.


Cuando la vimos, no hizo falta decir nada más. Cuando en el hospital la restablecieron, y nos dijeron que había nacido el 25 de diciembre, ya habíamos decidido adoptarla. Y pasar a ser una familia de tres.


Pero las decisiones poco se relacionan con el destino, que termina manejando las cosas a su antojo. Fuimos una feliz familia de tres, pero solo hasta la muerte de José. Después, pasamos a ser solo María y yo.


Aun hoy, nadie se explica bien lo que paso con mi esposo. Él era un buen pescador, y aun mejor nadador, pero cuando la barca en la que iba se dio vuelta… supongo que nadie podría haberse salvado.


Igual, acá lo importante es María. A pesar de ser tan pequeña, sobreviví gracias a ella. Justo yo, que me había resignado a no tener hijos propios, y que por lo tanto no me llevaba bien con los chicos, la transforme en mi vida. Y le di todo lo que ella me pedía, que era, sinceramente, muy poco.


Los peces por ejemplo: una gigantesca pecera, en su habitación. Lo atribuí a una película de Disney que habíamos visto juntas. Pero me di cuenta de que la dedicación de ella hacia sus peces, distaba mucho de ser la normal. Ella era bastante responsable, desde muy pequeña, y supongo que lo atribuí a eso. Por mi parte, los odiaba. Odiaba los peces, los mares, los ríos, hasta odiaba el lago donde la encontramos. Todo me recordaba a José. Y, más allá de mi fortaleza, lo extrañaba horrores.


Por eso, cuando María, hace dos semanas, en su cumpleaños de 15, me pidió como regalo un viaje a Bariloche para las dos lo pensé bastante. Pero accedí.


Cuando llegamos todo iba bien. Fuimos al lago donde la encontramos y se sentó allí. Durante más de tres horas permaneció así, sin prestar atención a su alrededor.


Al fin, me miro: “habría que liberar los peces” dijo.


Y así se hizo, aunque yo no alcanzaba a comprender sus motivos.


Una vez liberados, me conto la verdad. Su verdad, la que me motiva a escribir esto, antes de que los medios interpreten cualquier otra cosa.


    ¿vos sabias eso de los mayas y el fin del mundo Má? Bueno, en realidad, no es tan así. Algo va a pasar, el mundo va a cambiar, pero va a ser por mí.

    ¿Que queres decir?

    Que estoy embarazada.

    No digas estupideces (aun me duele que esa haya sido mi primer reacción, pero entiendan que nunca me había presentado un novio, y ahora me venía a contar que estaba embarazada).


Ella comenzó a reírse. Y me hablo del Mesías, que regresaría. Que ella había sido la elegida. Más bien, yo, había sido la elegida para criarla.
Y que se llamaría José.







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