miércoles, 6 de junio de 2012

El Trato


Por Leo Lamas.


Ellos fueron, alguna vez, como nosotros. Ahora nosotros no queremos ser como ellos.
Estanislao estaba frente a “El”, mirándolo fijamente a los ojos, esa mirada de perversión que tenia se clavaba  en sus pensamientos oscuros, dejándolos salir. Le propuso un trato, ahora quedaba esperar a que aceptara.
Est, como le decían los familiares y amigos,  pide su libertad, dejar a tras un mundo de mordeduras, sangre y sesos. Quería vivir como antes, sentado en las sillas de la tranquilidad de su mente, sintiendo como la arena caliente de pensamientos coherentes que no trataban de hacer que coma a uno de los suyos, mirando las olas de imágenes de una vida pasada de la que en este momento se encontraba negociando.
-La existencia que llevas ahora es una por la que más de uno mataría- le dijo “El” con su voz gruesa, mientras se daba vuelta hacia la ventana para mirar a través de ella. Est supo que sus palabras eran verdaderas, el de chico siempre hubiera deseado ser inmortal, pero no dependiendo de la vida de otros.
La única luz que había iluminaba una pequeña parte de la habitación, para ser exactos, iluminaba la cara de Est y dejaba en la oscuridad a “El” .El cuarto es cuadrado, pequeño, y con una sola ventana, y parece que se había creado solo con el propósito de hacer el debido trato.
-Lo sé, pero tanto tú como yo sabemos que dependo de algo importante, y también debes de pensar que sucedería si…- tosió dos veces y retomo el habla- … si se acaba el poco…- miro al piso y se quedo pensando en una palabra que pudiera usar- … si se acaba el poco suministro que tengo. Quedaría yo solo, y prefiero mil veces morir que quedar solo, y siendo alguien que sabe tanto, deberías saber que tengo ataques de pánico si me quedo solo.
- ¿Lo dices por tu pequeño ataque a tus ocho años?- Est se quedo asombrado, hasta que recordó quien era “El”, provocando que la admiración desapareciera de inmediato.
-Si… algo así- A los ocho años, a Est le jugaron una mala broma su abuela y su primo, como sabían que no le gustaba quedarse solo, aprovecharon la oportunidad de esconderse detrás de una puerta. Est reviso la casa por cada rincón buscando a sus familiares, pero no encontró nada. La desesperación aumento, y ya estaba demasiado asustado. “Sabes dónde está el arma de tu Abuelito… cierto Est?” Si, la respuesta era sí. Esa pregunta se la había formulado su padre cuando hablaban sobre qué hacer en casos de emergencia, era algo precipitado para un chico de 8 años, pero solo enseñándole eso a su hijo, su padre estaría segura. Acto seguido, Est fue por el arma.
Su abuela ya se estaba preocupando por el chico, sabía que la broma ya había ido demasiado lejos, así que fue a por él al cuarto de su marido y ella. Al llegar, lo último que vio fue a Est apuntándole con el arma, luego se escucho el jalar del gatillo.
-No hacía falta  que me lo recuerdes- Est no podía llorar, pero sus sentimientos seguían tal cual eran cuando todavía era humano.
- Pero tenía que hacerlo, de otra manera, ¿cómo haría para citar un ejemplo?, aparte, es el único que puedo sacar de tu cabeza, es un algo que nunca olvidaras, ¿O acaso miento?- No mentía, tenía la pura razón.
- ¿Ya lo pensaste?- dijo rápidamente Est, pues también esperaba una respuesta rápida.
- Ya lo tenía pensado desde que me convocaste.
- ¿Y por qué demonios no me lo dijiste?
- Porque quería ver esa mueca de tristeza que se te formaba en la cara cuando te recordaba lo que le hiciste a tu abuela.
-Hijo de puta- pensó Est.
- Sabes que te puedo oír, ¿No?
- Lo hice a propósito.
-Lo sé- respondió casi al instante luego de terminada la oración de Est.
-¿Hay algo que no sepas?- esta vez, su tono de voz tenía algo de irritación.
-Lo dudo mucho, sabes quién soy, tendrías que saber todo sobre mí.
-Cambiemos de tema, dime qué piensas sobre el trato…- Se le empezó a acelerar el poco de corazón que le quedaba.
- Concederé tu pedido, pero como a cualquier otra persona, sabes lo que pido a cambio.
-Pero por supuesto que lo se… Ya, dame ese papel…
“El” no se dio vuelta para darle el papel, solo apareció en el aire, con la pluma sobre este. Firmo al instante, sin leer nada, sabía que no se arrepentiría.
-Fue un placer.- Esas fueran las últimas palabras de “El” antes de desvanecerse en el aire.
Est seguía en el cuarto negro, hasta que de repente le dolió el corazón, sintió una punzada muy fuerte, llevo las manos al pecho, pero el dolor era demasiado para él, se desmayo.
Sentía la alfombra en su cachete derecho, abrió los ojos… estaba en su departamento. Se levanto lentamente, para poder admirar todo a su alrededor, se llevo las manos a la cara, volvió a ser normal, ya no tenia los nervios al aire, no lo faltaba ninguno de los dos ojos, podía pensar cosas, no sabía si buenas o malas, pero podía pensar.
Pensó que su reacción iba a ser diferente, pero no lo fue. Recordó que “El” se había llevado todo lo que alguna vez lo había puesto feliz o triste había desaparecido, pero no importaba, ya nada importaba.
Se dirigió al sillón que estaba a dos pasos de él y se sentó en el. Miro hacia el techo y después hacia delante, el dolor del pecho hacia desaparecido, pero había aparecido  uno el cuello, como si alguien lo estuviera mordiendo. Se tiro hacia delante, pero su atacante seguía pegado a su cuello. Con las manos lo alejo y lo tiro hacia un costado. Estaba tirado en el piso, sujetándose el cuello, luego llevo una mano al frente de su cara, está cubierta de sangre.
Miro a su atacante, era similar a él antes del trato.
“Te dije que te lo quitaría, pero no dijiste adonde querías que lo llevara” la voz de “El” resonaba en su cabeza.
-Por qué!?- grito Est mientras miraba hacia arriba, esto no le dio tiempo de correrse antes de que su otro el volviese a atacar, esta vez no opuso resistencia.
Dejo que le arrancara carne del cuello, mientras admiraba el error que había cometido. Ya había aprendido la lección, pero era tarde, oh si, muy tarde.

        Fin.

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