miércoles, 30 de mayo de 2012

Películas y café

Por Camila Carbel.


  Luego de dos horas Mauricio seguía caminando por las calles de esa ciudad desconocida sin rumbo fijo.
  A tan solo quince minutos de haber salido del hotel, Mauricio  se dio cuenta que estaba totalmente perdido. Pero no se altero, decidió seguir caminando, así conocería más el lugar en el que se había criado su madre. Y demás de eso, tenía un buen paisaje femenino.
  Los pensamientos de Mauricio no eran subjetivos, una encuesta realizada en 18 países, confirmo que el 57% de las personas encuestadas respondieron Argentina, a la pregunta ¿En cual país tiene las mujeres mas sexys?
  Así que durante toda la caminata sintió que le faltaban ojos para mirar todas esas curvas, que se paseaban delante de él. Ya había perdido la cuenta de todas las mujeres que había visto, pero vio una chica, que le hizo olvidar a todas las anteriores.
  Ella no era alta pero si imponía respeto. Tenía unos ojos oscuros como el café, el cabello largo caía en grandes ondas hasta sus nalgas. Una remera muy ajustada de color blanca resaltaba su pequeña cintura y exagerada hasta limites de locura su voluptuoso busto. Una pequeña minifalda marcaba sus firmes glúteos y dejaba al descubiertos sus piernas, bastantes largas para su corta altura, pero no por eso menos hermosas, los músculos bien definidos, de un color parejo, sin una sola mancha, y sobre todo, el brillo que tenían, parecía la piel más suave que pudiera existir sobre la faz de la tierra.
  Mauricio se quedó perplejo observando a la joven, que reía junto a un grupo de amigas. Solo se dio cuenta que había detenido su marcha cuando un grupo de jóvenes lo empujo al pasar. Ahí pensó en el ridículo que estaba haciendo, y decidió ir a sentarte a un banquito que estaba en diagonal a la chica de la minifalda, y hacer el que escribía en su celular.  Ese truco de hacerse el interesante le funcionaba de maravillas.
  Y como por obra divina, a los 5 minutos, la joven se acerco para preguntarle si tenía fuego.
      — ¿Una chica tan linda como vos fumando?— Se animo a decir Mauricio con voz firme. Por dentro estaba muerto de miedo de espantar a la chica, o de que ella pensara que es un “chamuyero”, como había aprendido que se dice en Argentina.
—    Gracias— dijo la joven al tiempo que se sonrojaba. Y agregó: — No, yo no fumo, es para mi amiga. ¿Tenes?
—    Ah que bueno saber eso. Si si tengo, ya te doy— Busco el encendedor en los bolsillos de su pantalón, como no encontró nada siguió con los de la chaqueta que llevaba, pero tampoco encontró nada. — Oh, como veras no lo encuentro. Yo no fumo, pero siempre llevo uno a mano, por las dudas, ya sabes…
—    No, no lo se. ¿Qué siempre llevas uno por si una chica te pide?
—    No, por si me entierran vivo. ¿Viste la película Enterado?
—    Si, obvio. La ví hace como un mes. Todo el mundo la vio. Aunque a pocos le gusta el final.
—    Es cierto. A mí si me gusta. ¿Y a ti?— pregunto Mauricio, mas tranquilo, la charla iba progresando, hasta parecía que la chica se había olvidado de sus amigas, las cuales la miraban con el ceño un poco fruncido. Seguro se les hacia tarde.
—    Si si, a mi me gusto mucho, No es como los típicos finales felices— Dijo la joven moviendo sus largos cabellos de un modo muy comido por lo que Mauricio comenzó a reír. Y ella también rió, aunque no sabia de que.
—    Disculpa no me presente me llamo Mauricio. ¿Y tú?
—    Sofía.
—    Un gusto— dijo Mauricio mirándola a los ojos y extendiendo su mano. Sofía la mira algo desconcertado pero a los pocos segundos apretó su mano. Al agacharse para darle la mano, su remera dejo al descubierto parte de sus pechos, si no fuera por el corpiño negro y sexy que llevaba, Mauricio le habría visto hasta el alma, como suelen decir.
—    ¿Y de donde sos, Mauricio?
  Mauricio con una ancha sonrisa en su rostro, ya que al fin la chica mostraba signos de interés por él, le contó que vivía en un país vecino y los motivos que lo había llevado hasta Argentina.
  Y así siguió, por unos minutos más, la charla entre Mauricio y Sofía. Hasta que se acerco una de las amigas de ellas, para decirle que ya era hora de ingresar al boliche. Sofía contesto que ya iría. Cuando su amiga se fue, invito a Mauricio a acompañarlas a bailar. Pero el dijo que no. Que si quería la invitaba un café, ya que él no bebía alcohol. Luego de pensarlo unos minutos, Sofía accedió, y les dijo a sus amigas que vayan, luego ella iría por ahí para juntarse nuevamente. Caminaron a un paso tranquilo, hasta encontrar una confitería abierta, pidieron el café, y conversaron sobre películas y libros. Ambos estaban fascinados uno por el otro.
  Pero en un momento Mauricio hizo un mal movimiento y su tasa se dio vuelta, dejando una gran mancha oscura en su camisa blanca. Pero claro este pequeño incidente no fue por torpeza, sino para tener una excusa para invitar a la joven a su habitación de hotel, y de paso cambiarse la camisa sucia.
  Una vez hecha la propuesta Sofía dudó unos minutos, pero como Mauricio le dijo que luego la acompañaría a donde se encontrara con sus amigas, ella accedió. En el camino él le ofreció su chaqueta, limpia por supuesto, la joven se la puso mientras se le iluminaba la mirada. El joven extranjero pensó que era el momento adecuado para pasarle el brazo sobre los hombros, lo hizo, y no pareció molestarle a la chica recién conocida, si no, pareció que le gustaba la iniciativa. En ese momento Mauricio supo que esa noche iba a tener sexo.
  Llegaron al cuarto, Mauricio se cambio, y ella se sentó al borde de la cama, y prendió la televisión, hizo rápidamente zapping, hasta que encontró una de las películas de las cuales le había contado al joven, que una vez cambiado se sentado a su lado. Para estar más cómodos cada uno se acostó a lado de la gran cama, y miraron la película. Al finalizar, ella se levanto anunciado su partida, Mauricio la acompaño hasta la puerta de la habitación, pero antes de abrirla, beso suave y tiernamente sus labios, ya sin tanto brillo, al cual había borrado el café.
  Ella le paso una mano por la nuca y la otra lo tomo por la cintura. Él le poso una mano en el hombro y con la otra le acaricio la espalda. Así estuvieron largo rato besándose, hasta que fue ella quien tomo la iniciativa y  le rozó  “inocentemente” el bulto de su pantalón, con su suave mano. Por lo que Mauricio al instante comprendió que estaba todo listo para el siguiente paso. Le acaricio el pelo, dejo de besarla, la miro a los ojos y le dijo que era hermosa. Los ojos de Sofía brillaron en la suave luz de la calida habitación y se dejo sacar la remera. Y con sus suaves manos, saco la camisa, fuera del pantalón de Mauricio, metió las manos y le acaricio la espalda, luego fue desprendiendo uno a uno los botones, mientras le besaba el cuello y el joven se moría de ansiedad por dentro.
  Mauricio la imito, y le beso su cuello corto y despejado de collares, cadenas y todas esas cosas que las mujeres siempre usan, sin saber por que. A continuación le toco sus glúteos, primero con suaves caricias, luego los fue apretando con más pasión, al escuchar la respiración jadeante de ella. Le saco la minifalda tirándola a una esquina de la habitación alfombrada. Y así sin un espacio entre sus cuerpos, se acercaron a la cama. Mauricio cayo de espaldas, y ella comenzó a besarle el abdomen, y pasar suavemente sus uñas, desde la tetilla, hasta donde le permitía llegar el pantalón. Ahora era él, el que jadeaba. Primero le saco el cinturón, y luego desprendió el botón, bajo el cierre, y le saco el pantalón por completo en menos de dos segundos. Y se acostó encima de él, siguieron besándose los labios, ahora con más pasión,  mientras ella se movía de arriba abajo haciendo rozar sus partes. Luego Mauricio se dio vuelta, y la dejo abajo a ella en la cama, le beso el cuello, luego fue bajando hasta su busto, le saco el sexy corpiño, y le beso los senos. Mientras besaba uno, acariciaba con la mano al otro. Pero eso no fue todo, fue bajando más, le paso la lengua por todo el vientre, deteniéndose un rato a jugar con el aro que colgaba de su ombligo. Le saco la micro prenda interior que llevaba puesta. Volvió a recostarse sobre ella, se besaron una vez más.
  Ahora fue ella, quien se quito de abajo, le saco el bóxer color rojo. Y así una vez desnudos los dos, destendieron la cama, y se colocaron en el centro, acariciándose, conociéndose por primera vez, pero no por última.
  Siguieron los besos, las caricias y los abrazos, que eran tan fuertes que parecían que querían fundirse en un solo cuerpo. Y luego con la penetración llegaron los gemidos.
Cambiaron de posición un centenar de veces, no porque les resultara incomodo, sino para probar de todo y así alargar la acción. Así que cada vez que Mauricio sentía que ya venia la eyaculación, cambiaban de posición, pero a pesar de esto, eyaculo cuatro veces, y Sofía tubo dos orgasmos. Se entendían perfectamente, cada uno hacia el movimiento justo y preciso para llevar al clímax a su compañero.
  Al terminar, luego de más de 2 horas de hacer el amor, porque a estas alturas ambos creían estar enamorados, quedaron agotados, acostados en el centro de la cama desecha, abrazados, pensando si algún vecino reclamaba ruidos molestos de su habitación. Pero como pasaron veinte minutos y nadie golpeo la puerta, se durmieron con los primeros rayos del sol y mientras un nuevo ser comenzaba a creer.

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