miércoles, 2 de mayo de 2012

Imaginación gratuita


Por Mauricio Vargas.


—Yo me leí Alicia en el país de las maravillas.
—Y qué tal —preguntó Joaquín, el profe de Literatura latinoamericana I. Era la primera clase, el primer martes del semestre y, como supuse, iba a preguntarnos qué habíamos hecho en vacaciones. ¿Leído? ¿O escrito quizá?
—Pues no me pareció la gran cosa, como lo hacen pensar los demás —respondió Julián tímido, como si le fueran a reprochar su opinión sobre aquella obra de la literatura universal—. Me gustó más la segunda parte, Alicia a través del espejo.
—Sí, suele suceder —dijo Joaquín acomodándose las gafas—. A veces uno cree que un libro es de determinada manera, sobre todo por tantas opiniones que uno se encuentra, pero cuando uno lo lee resulta ser diferente. Todo depende del lector.
—Ajá —respondió Julián, que había salido bien librado.
Luego seguí yo. Le dije que había leído dos libros de King, uno bueno y otro malo, además de El exorcista. Algunos que van en quinto semestre ven algunas clases con nosotros los de cuarto. Ellos son aquel grupito de mamertos que creen que vestirse de manera irreverente, usar gafas de marco enorme, beber tinto y fumar como chimeneas mientras comentan poemas de Porfirio Barba Jacob, los hace más literatos. Dos de ellos dejaron escapar risitas al oír la palabra «Stephen King» y «Exorcista». Joaquín siempre me molesta con eso del terror, pero no me incomoda, porque sé que sólo bromea. Pero  los otros… me parecen ridículos.
En fin. El profe volvió a hablar sobre la historia de Alicia. Dijo que era maravillosa por lo imaginario, no así como con Harry Potter.
—Hay diferentes tipos de imaginación. Por ejemplo, la saga de Rowling no me gusta porque es una imaginación muy gratuita. Deben sacar a los personajes de todo ámbito real para que logre funcionar.
Las chicas del curso que aman a Harry Potter pusieron caras, mientras que yo me preguntaba ¿acaso las dos historias de Alicia no son la misma vaina? Disculparán los críticos, pero poner a soñar a una niña para crear cualquier cantidad de cosas es un recurso facilista, al igual que hacerla pasar a través de un espejo para que viva lo imposible. ¿Por qué condenan al pobre mago por lo mismo? Hay historias que ameritan y necesitan su propio mundo. Una historia de Harry Potter ambientada en una ciudad normal, tan apegada a la realidad, sería algo estúpido y mucho más irreal que el propio Hogwarts.
De verdad que los prejuicios pueden ser un problema serio. Aunque al profe se la paso: es un lector entusiasta, apegado a sus inclinaciones literarias y a veces me veo reflejado en él, con una fascinación por Stephen King en vez de García Márquez.
La clase transcurrió entre anécdotas y lecturas pausadas del Popol Vuh, con un agradable sol entrando por la ventana. Mantuve mi pierna sobre una silla vacía todo el tiempo, con el calor agradable de los rayos posado sobre mi jean.
Al finalizar, Joaquín salió primero que yo. Quería aprovechar para preguntarle qué libros de King había leído (estoy seguro que lo ha hecho, pero parece no querer reconocerle a King un libro bueno, aunque creo que lo hace sólo para fastidiarme. Quizá se deba a que es la primera vez que tiene a cargo un grupo en el que la gran mayoría tenemos pasión por la literatura fantástica). También quería plantearle la cuestión de que el recurso de Harry Potter era tan válido como el de Alicia.
Salí por el corredor pero no lo vi. Imposible que haya bajado tan rápido las escaleras, pensé. Luego recordé que acostumbraba entrar al baño cuando acababa la clase, así que eché una ojeada, pero estaba vacío, excepto por un detalle que capté con el rabillo del ojo.
La bolsita de la librería Lerner que siempre cargaba, con unos cuantos libros y revistas literarias viejas que a veces nos regalaba, estaba sobre el tocador.
—Se le olvidó la bolsita al profe —dije en voz baja. ¡Estaba seguro que lo había dicho en voz baja! Sin embargo me escuchó.
—Ya la tengo —exclamó Joaquín desde lo desconocido. Su brazo surgió silencioso, agarró la bolsita y desapareció tras el  espejo que apenas vibró y luego se detuvo.




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