jueves, 26 de enero de 2012

Del amor y los amigos

Por Carmen Gutiérrez.

 “Les doy la bienvenida a mi casa,
Gracias a todos por acudir a esta cita,
Seguro que el vino, la fruta y la hogaza
Serán de su agrado y la cena exquisita”

Seis pares de ojos de colores variados
Miraban al anfitrión, divertidos y asombrados.
Alzaron sus copas con aceptación agradecida,
Sin disimular cada uno, la entendible intriga.

Lucas, abriendo otra botella de vino
Dirigió a sus huéspedes una amplia sonrisa.
“Están todos” dijo complacido.
Los otros, expectantes de la sorpresa prometida.

Ahí esta Pablo, rechoncho y melancólico;
Eduardo, el escultor de los sueños de barro;
Joaquín, poeta , mujeriego y atónito
Y Lucas, de todos amigo jurado.

“He planeado esta reunión, amigos míos
—dijo Lucas con pausado hablar—
Muchas rencillas entre nosotros ha habido
Y es momento de las peleas terminar”

“¿Acaso de nosotros redención esperas?”
Preguntó Pablo sonriendo de lado
“Si alguno debe solicitar una tregua,
Joaquín debe ser, pues él ha empezado”

“No quiero a nadie ofender, ni espero de nadie compasión”
Interrumpió Lucas a Pablo, alzando la copa
“Culpa no tenemos, si es que algo de culpa nos toca,
Culpable es la lujuria que envuelve a todos la razón”

El silencio cayó  sobre todos con su terrible manto,
Los cuatro bebieron sin prisas, mirando a los otros
Sabíanse culpables, la amistad en riesgo había estado.
Habían peleado, insultado y jurado, a unos y a todos.

“Acepto mi parte —dijo con tranquilidad Joaquín—.
“He sido el primero en caer en sus redes.
Olvide la amistad que jure hasta el fin
Y traje la ruina de todos ustedes”

“!Maldita la hora en que a Marisa encontré
—Continuó el poeta, los ojos negros al punto del llanto—.
Sus rizos, sus labios, los besos que le entregué
Caí de rodillas, bebí con lujuria el aroma de su encanto.”

“Pero no fuiste el único que en su cuerpo pecó.
—Interrumpió, conmovido Eduardo, el escultor—.
Conociendo el amor que por ella sentías
La busqué y entre abrazos le regalé mi vida”

“No tengo perdón, ni excusa, ni pretexto,
Delineé su silueta, con mis manos, como arcilla
Su rostro plasmé, besé y adoré. La hice mía,
Sin hacer caso de nada, ignoré con saña tus ruegos”

Pablo opinó al mismo tiempo que fumaba:
“Si nuestros pecados hemos de confesar, lo haré,
Sabiendo todo esto, la envidia me abrumaba
recuerdo con gusto y malicia las noches que la soñé”

“Busqué el placer de tenerla en mi cama
Su piel de alabastro abrazando la almohada,
Decía en susurros su nombre: Marisa
dormía en su pecho, mordía su boca de niña”

Ahora los tres, la confesión de Lucas esperaban,
el anfitrión sirvió más vino, encendió más velas
comprobó los cigarrillos, azuzó el fuego de la chimenea
preparábase para contar, explicar bien lo que pasaba.

“Ruego ahora, amigos míos, su entendimiento
De sobra sabía lo que ustedes vivían
Renegué de los tres y sus estúpidos sentimientos
Añoraba el tiempo en que no la conocían.”

“Una noche de luna hermosa y claras estrellas
Bebía solo, brindaba solo, sentado en esta mesa
Un delicado llamado interrumpió entonces mi entereza
Acudí a la puerta y me encontré ¡Oh si! Con ella.”

“Sus ojos asustados y ambarinos me rogaban
Que la dejase pasar un momento a mi casa.
Su perfume inundó como un demonio mis sentidos
La dejé entrar, sin saber que era ese  mi destino.”

“—Eres un buen hombre, amigo Lucas—
Dijo con voz dulce la pequeña intrusa,
—Sé que me conoces y sabes por qué estoy aquí.
Sé que me deseas y he venido a entregarme a ti.”

“Caí sin pensarlo, como un cordero,
me enredé en sus besos, devoré como un loco su lengua,
acaricié su cuerpo, halé sus cabellos;
la tiré en el suelo y le hice el amor sin pena ni tregua.”

“Cuando terminé, tenía miedo y estaba sofocado
Su blanca piel encima mío, totalmente desnuda,
No sentí amor, deseo, cariño o ternura.
Con repulsión me alejé de ella, aún atontado.”

“—¿Por qué me dejas ahora? ¿Qué pasa cariño mío?
—preguntó la maldita sonriendo
ocultando con falso pudor su hermoso pecho. —
¿Es qué ya no me quieres, ahora que me has tenido?”

 “¡Sabe Dios lo que sentí en ese sucio momento!
La ira se apoderó de todo, mis manos y mis pensamientos.
Había sido débil, como ustedes, un vil traicionero.
¡Ella es un demonio! ¡un engendro en piel de terciopelo!

“—Levántate y vete —le ordené sin moverme
Se vistió con lentitud, luciendo sus endiablados encantos.
Se reía ¡Oh! ¡Como se burlaba conmigo enfrente!
Aún se acercó a besarme, rodeando mi cuerpo con sus manos.”

Perdí la cabeza, rindiéndome, sin mirar, a la locura.
La tomé del brazo y lo torcí, quería lastimarla,
De mi memoria y mi lujuria arrancarla:
—¡Eres una cualquiera! ¡No eres más que una puta! 

“Su rostro cambió a la luz de las velas, temblaba de ira.
Soltose de mi maltrato y me abofeteó con la otra mano
La lancé contra la mesa, la golpee, le sangraban los labios.
me clavó en el pecho un cuchillo, me hizo esta herida.”

Lucas abrió su casaca y mostró la cicatriz a sus amigos.
Todos en silencio le miraban, Pablo asentía y aprobaba
Joaquín alzó la copa y encendió un cigarrillo
Eduardo en su mente la escena  recreaba.

“La herida no fue peligrosa pero si era de cuidado.
Convalecí en casa unos días y una vez recuperado
Planee esta reunión con ustedes, mis amigos adorados.
Confío en que olvidemos y todo quede perdonado.”

Lucas palmeó dos veces, los criados entraron poniendo la mesa
Un enorme plato, aromático y delicioso, fue presentado
Con frutas, flores, especias, magníficamente adornado.
Los invitados, en silencio, reconocieron con placer la receta.

“Comamos amigos, bebamos y festejemos que el embrujo
Ha terminado, dejando tras de sí el miedo y el deshonor
El platillo ha sido preparado sin escatimar cualquier lujo.
Saboreemos en la boca, por última vez, su espléndido olor”

Pablo, siempre riendo, se sirvió el primero
Escogió Joaquín la parte que más le gustara antaño.
Sirviose sin remordimiento alguno, Eduardo.
Lucas, complacido, aspiró el suave aroma del ajenjo.

La cena corrió sin mas contratiempos,
Las copas se vaciaban, las risas volvieron.
Los amigos sus rencillas con placer olvidaban,
Los criados en la cocina, silencio juraban.

Y en la mesa, entre los restos de rosas y naranjas,
El cuerpo cocinado de Marisa se enfriaba.
Había querido pertenecer a todos, a costa de nada.
Y ellos con placer su piel muerta, ahora devoraban.
  
FIN
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El Edén de los Novelistas Brutos tiene el placer de informarte que tu misión, ya que decidiste aceptarla, será elaborar un poema  romántico

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